PDF// diario de un medico loco

¿Quién en su sano juicio aparenta estar loco? O al revés, ¿quién estando loco simula estar sano? De este peculiar intríngulis parte el argumento muy juicioso respecto a una realidad social que debe ponernos a meditar con más cautela. No estoy afirmando con esto que indefectiblemente a su lado convive alguien que puede jactarse de ser educado, cuerdo y respetable pero que a veces se hace pasar por loco; no de ninguna manera, ni loco que yo estuviera. ¿O sí? Veámoslo de esta otra forma: ¿Es usted capaz de identificar a una persona cuerda de una loca a simple vista? O mejor aún, pregúnteselo a su yo interior:

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¿Puede su consciente más íntimo afirmar con absoluta certeza que usted no está loco o que en algún momento de su larga vida pudo haber tenido algún atisbo de trastorno sociológico? Si sólo lo dudó, o peor aún, si sacudió la cabeza negándose rotundamente aunque sea una ligera posibilidad de locura, ponga las barbas en remojo y recuerde ese viejo refrán popular que dice: “de músico, poeta y loco todos tenemos un poco”, y más todavía después de leer el clásico de la literatura jurídica: “Diario de un médico loco” escrito por el ruso Leonidas Andreiev a finales del siglo XIX. En él, el lector pone en entredicho su capacidad de juzgar a un criminal que aparenta estar loco cuando en realidad está cuerdo; ¿o es al revés?, sí, es al revés, de verdad está loco y se muestra ante la sociedad como cuerdo; no no, perdón, es simplemente un hábil actor con una patología sicológica comprobada que finge estar sano y finge estar loco. Ya me perdí; en todo caso, seguro es una de ellas, ¿o todas juntas? La obra trata del relato en primera persona que hace el médico Antonio Ignacio Kerjentzef del asesinato de su amigo Alejo Constantino Saviélov quien se confiesa autor intelectual y material del hecho, poniendo a disposición de la justicia y de la psiquiatría su propia interpretación de lo sucedido. Como señala el prologuista de esta obra, el ecuatoriano Óscar Vela Descalzo: “En teoría, todo parece ser simple, casi una ecuación matemática o un silogismo categórico: dos premisas sólidas y una conclusión verdadera. No obstante, en la obra no todo resulta ser verdad, o al menos, no todo lo que parece ser verdad es tal. La mente humana es tan compleja, tan inmensamente desconocida, que el juego del autor está justamente allí, en los terrenos más farragosos del comportamiento humano: en la demencia.” Mientras leía esta obra, algunos pasajes se me hacían tan familiares que era como estar leyendo la ficha siquiátrica de algún político. Por ejemplo cuando Kerjentzef cuenta cómo vivió su primera experiencia al “hacerse el loco”: “pocas veces un primer actor se vio rodeado de una compañía tan excelente como lo fue para mí aquella reunión de gentes sencillas, estúpidas y confiadas. (…) Cuando, vuelto a mi casa me quedé solo, pensaba riendo: ‘¡Qué actor tan maravilloso soy!’”

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